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lunes, 28 de abril de 2008

A propósito de mi viaje a la Argentina (El conflicto con el campo)

Sucede que en estos años posteriores a la brutal crisis que sacudió a la Argentina entera, con la devaluación de la moneda y el posterior corralito, la situación del país ha ido poco a poco mejorando; estabilizándose. Si bien es cierto que la huelga del campo dejó prácticamente desabastecido al Gran Buenos Aires debido a los cortes de las carreteras principales y al Lock out empresarial en la agricultura, no resulta menos evidente que en Buenos Aires los tiempos de los mercados de trueque y comedores populares repartidos por las más variopintas barriadas han terminado. En Buenos Aires se vuelve a respirar ese ambiente de ciudad importante, grande y orgullosa de antaño.

Lo que sucedió, y sucede todavía con el campo, se puede sintetizar de la siguiente forma: los grandes latifundistas de la rural Argentina controlan la producción de soja y otros insumos, como la carne o el trigo y el maíz. No hay que olvidar que este país es básicamente hoy en día un gran exportador de materia prima: carne y soja, mayoritariamente. El enfrentamiento entre la patronal del campo y el Gobierno se produjo en el momento en el que éste quiso grabar con un 45% de impuestos la exportación de la soja y con más de un 90% si superaba ésta en el mercado internacional los 600 USD por Tonelada. Nuevas condiciones para un campo enriquecido gracias a los astronómicos precios que este producto cosechaba en la actualidad. La resupuesta no se hizo esperar y las 4 agrupaciones rurales de Argenitna llamaron al parón y a los cortes de las carreteras, rompiendo la cadena de distribución durante 27 días, lo cual, además de representar en sí mismo un chantaje imposible de aceptar por el Gobierno, poco a poco fue calentando los ánimos de la muy dividida aún sociedad argentina. Me explico: si bien en un principio la medida de fuerza del campo fue entendida por la masa de la población e incluso apoyada por ésta, lo dilatado de la campaña fue provocando un cierto temor en las clases medias de la ciudad de Buenos Aires; sobre todo porque algunos de los esbirros vinculados a las organizaciones convocantes del parón patronal, comenzaron a alzar la voz en favor de la vuelta de las Fuerzas Armadas a la política, y eso, históricamente, ha tenido las consecuencias que todos conocemos: dictadura, desaparecidos, torturas, etc. Ante esta situación, grupos afines al Gobierno, deciden convocar una marcha de apoyo a la presidenta "de Kirchner" como muestra de fuerza. En dicha manifestación se dan cita cerca de medio millón de personas y al día siguiente, la patronal del campo, decide desbloquear el "embargo" para iniciar la negociación. Los resultados de ésta aún están por determinar, sin embargo, analistas argentinos apuntan como claro vencedor del conflicto al Gobierno y la democracia, argumentando que gracias a las estructuras de base que primero Kirchner y después su esposa lograron organizar (se dice que incluso "a sueldo" a través de los llamados grupos piqueteros con el líder sindical de base D'Elía a la cabeza), sentaron un nuevo precedente en la historia del país, por el cuál un Gobierno democráticamente elegido y con un amplio respaldo popular no tenía que dar marcha atrás por miedo a los poderes fácticos de la oligarquía terrateniente Argentina, muy vinculada al poder militar.

Otra cuestión es, ciertamente, el hecho de que los impuestos con los que se pretenden grabar las exportaciones de soja resulten abusivos (y lo sean). Al respecto cabe señalar que, por una parte, la producción de soja ha sustituido una enorme porción de campo al resto de cultivos tradicionales argentinos, influyendo de forma determinantemente en la pérdida de 1.000.000 de cabezas de ganado, con todo lo que esto implica en un país donde el consumo de carne de vaca es, sencillamente, de locura. Tanto los precios de la carne, como del resto de productos agrícolas subirán, y mucho en los próximos meses si no se cambia la tendencia actual de plantación de soja. En este sentido se entiende la política del Gobierno: unos impuestos lo suficientemetne elevados combinados con ayudas fiscales a la cosecha de otros bienes, podría generar retroceso de la plantación de soja equilibrando el sector nuevamente. ¿Cabría hacerlo de otra forma? Es posible, pero en un país donde los controles de cualquier tipo brillan por su ausencia, los de Hacienda no representan la excepción. De todas maneras será en estos días cuando se pongan sobre la mesa nuevamente las discrepancias entre unos y otros en busca de consenso.

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