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viernes, 25 de julio de 2008

Consumidores consumidos

Los consumidores, es decir, los ciudadanos cuando ejercemos de tales para el sistema, hemos perdido cualquier atisbo de amparo. Por un lado está la publicidad: engañosa, traicionera, y reiterativa que se encarga de construirnos imágenes y mundos soñados, por otro lado, las redes de cada uno, que se encargan de reproducir los mensajes y dotarlos del contenido justo de cercanía para que las imágenes y los mundos soñados penetren con mayor intensidad dentro de nuestras cabecitas, aunque ciertamente desdibujados por el nuevo medio que los transmite. Luego está el propio sistema productivo: el capitalismo de consumo salvaje y esas cosas en las que no entraremos por manidas y porque este Post pretende hablar de los comerciales de ventas de esos magníficos productos que nos cambian la vida.

Así pues, ¿quienes se ponen al otro lado del mostrador saben lo que están vendiendo, o simplemente quieren vender lo que están vendiendo?, de otra forma, ¿puede el consumidor medio, esto es, el consumidor no informado, comprar cualquier producto basándose en las recomendaciones de un comercial de ventas cualquiera? Huelga responder. Pero esto es lo que diariamente nos sucede a todos los consumidores no informados, porque además de ser virtualmente imposible estar bien informado de todos los productos y sus intríngulis, uno continúa relacionándose con el comercial de ventas cual si genio iluminado de los productos que vende fuera. Es decir, uno continúa de cierta forma comprando bajo el paradigma de antaño, prejuiciando positivamente al comercial de ventas de turno, otorgándole sabiduría y, lo que es más peligroso todavía, un halo de bondad, misericordia, racionalidad y honestidad. En definitiva: que nos conoce y se portará bien, que no nos engañará, que no nos pondrá un precio desorbitado y que no nos venderá un producto de mala calidad... y si no nos conoce, pues lo mismo, porque alguien que sabe de algo que nosotros no sabemos, pues nos informará bien, ¿no? Se trata de la misma legitimidad que se le otorga per sé a cualquier profesor de universidad, catedrático, etc. La legitimidad de la autoridad del conocimiento.


Pero qué es lo que sucede en este mundo cada vez más deslocalizado y cada vez más tecnológico y cada vez más complejo (por cierto, más complejo por darnos cuenta de que las cosas son y no son lo que parecen y no porque este mundo sea más complejo que los mundos de antaño. Lo que sucede con estas postmodernidades y transmodernidades ideológicas es que no se busca encontrar un paradigma teórico explicativo de cómo es y como funciona el mundo, sino que se sobre entiende inexplicable éste en un sentido ontológico) y con cada vez más productos diferentes. Por un lado, que resulta, una vez más, virtualmente imposible conocer todos los intríngulis de todos los productos que un sector productivo lanza al mercado, aún siendo el comercial un interesado y reputado conoisseur de los mismos. En este mismo sentido, sucede que el que vende esos productos, muchas veces ya no tiene ni la más mínima idea de lo que está vendiendo: para muestra, el MediaMart, donde los comerciales son unos jovencitos que, a lo sumo, han leído el prospecto de alguno de los productos que allí se ofrecen, y poco más. Por otro lado, ¿porqué otorgarle gratuitamente a un comercial, sepa o no sepa nada sobre lo que vende, un halo de honestidad, bondad o misericordia? No se debería jugar con eso, pues esa confianza es el pegamento de una sociedad, lo que la hace funcionar. Algo habrá que inventar para controlar estos abusos.

jueves, 24 de julio de 2008

Mora Negra y Juan Gil


Son los nombres de mis dos últimos descubrimientos:

El primero es un vino argentino que compramos en nuestro pasado viaje por aquellas tierras y de los que se puede saber más si se visitan las entradas publicadas al respecto. Se trata de un vino redondo, muy moderno, mu concentrado, cremoso, untuoso, profundo, lleno de fruta madura de gran intensidad... es un vino memorable que ronda los 70 pesos argentinos (los 15 Euros más o menos), de una calidad asombrosa. De veras a la altura de vinos de más de 20 y 30 euros. El rating de Robert Parker lo desconozco, pero en mi humilde opinión, no debería ser de menos de 94. Una genialidad imposible de comprar en España... desgraciadamente!


El otro es un viejo conocido de las tierras de Jumilla, de las bodegas hijos de Juan Gil. Se trata de un Crianza hecho a base de Monastrell 100% cepas de más de 40 años y de escasísima producción, lo cual repercute, y de qué forma, en la intensidad y concentración de este gran vino. ¿Saben qué es lo mejor de todo? que cuesta 9 €. Sí, sí, un vino de una categoría impresionante por sólo 9 €. He ahí la razón de este breve, veraniego y vacacional Post. Saludos a todos!