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lunes, 8 de febrero de 2010

Sobre los proyectos que se amputan con la crisis

Los logros de los proyectos sociales puestos en marcha suelen ser muchos y muy variados, pero no únicamente por la cuantía o visibilidad en forma de resultados, sino, y fundamentalmente, por su impacto en las mentalidades de los actores que participan en ellos, sus formas de entender el mundo y de interactuar con él.

No hay cambio social sin cambio de mentalidad, sin cambio de habitus, sin reflexión ni tiempo. Sin esos elementos los resultados sólo son quimeras o parches mal puestos al servicio un sistema podrido y tremendamente contaminante. Los cambios sociales son lentos y precisan de tiempo para asimilarse hasta generar costumbre y de la costumbre norma social... cuatro años pueden ser muy insuficientes para que los procesos reflexivos arrojen ciertos resultados cuantificables, pero como estos son los plazos políticos, no diseñados precisamente con el acento puesto en los tempos del desarrollo social, es responsabilidad de los ocupantes de los espacios políticos y administrativos el justificar convenientemente la continuidad de aquellos que hayan sido capaces de iniciar más procesos de reflexión y transformación sociocomunitaria.

Quizás esa debiera ser la única orientación cuantitativa para determinar si financiar o no un proyecto concreto, o su renovación o clausura definitiva. Tratar de justificar la continuidad de una intervención social basándose en resultados tales como número de atendidos (antendidos!) o usuarios (aún peor si cabe) o el dinero invertido por habitante (ufff!) resulta a todas luces inadmisible. Pero, por desgracia, de rabiosa actualidad. A propósito de la mesa redonda convocada por el Master de Investigación Participativa para el Desarrollo Local de la UCM que tendrá lugar el próximo 22 de Febrero, me salta a la cabeza la posibilidad de diseñar una herramienta de medición basada en la cuantificación de los procesos reflexivos puestos en marcha en la población. ¿Los políticos necesitan números?, ¿los técnicos de las administraciones también? pues démosles números.

Qué proceso de reflexión se ha habilitado. En cuántas redes. Cómo se ha habilitado (a través de qué acciones concretas). Estado actual del proceso reflexivo.

Y cómo se mide eso?, pues como se mide cualquier cosa. Construyendo una escala métrica. A darle al coco.

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