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viernes, 21 de agosto de 2009

Fumando espero...


Si bien fumar perjudica gravemente la salud del que fuma y del que está al lado del fumador, vulnerando además los derechos individuales de éste último, el llamado fumador pasivo; no deja de ser menos cierto que estos derechos son constantemente vulnerados en una ciudad cualquiera. Por ejemplo, cuando uno ejerce de peatón y aspira las ingentes cantidades de humo de los infinitos coches que circulan por las calles de las abarrotadas ciudades; o la contaminación de las fábricas normalmente situadas en el extra radio de la misma... Por ello siendo que el argumento del derecho individual choca frontalmente con la imposibilidad manifiesta de hacerlo efectvivo, la cuestión de la prohibición del tabaco en sitios públicos, debe apoyarse más en argumentos de respeto que en argumentos sanitarios, aunque lo cortés no quite lo valiente.

Si fumar te mata, y lo sabes, fuma todo lo que quieras, pero paga tú la cuenta diría cualquier gestor público estadounidense, saltándose a la torera el principio de la acceso igualitario a la salud que impera en Europa. Fumen, fumen, pero paguen las facturas a fin de mes, puede equivaler a decir, usted viva, viva, pero pague su predisposición genética a tener cáncer como muestra el análisis de ADN que le acabamos de hacer. Asunto, por cierto, que ya se están planteando seriamente implementar los seguros médicos yankis, como era de esperar; aunque, claro está, uno no tenga la "culpa" de tener una estructura de ADN determinada, como sí que la tiene de fumar como un carretero. Por tanto, en Europa, ¿debemos asumir bajo el principio de solidaridad de nuestro sistema de salud público los gastos del fumador aunque estos sean casi una lacra para el propio sistema?, si es así, ¿hasta cuanto asumimos?... de otro modo, ¿cabría la posibilidad de plantear un pago a medias entre la salud pública y una especie de seguro obligatorio para todo fumador, del gasto derivado de cualquier intervención médica relacionada con el tabaquismo?, amparado en la misma lógica del que asume una actividad de riesgo y por ella cobra más. Una especie de carné de fumador europeo...

Posibilidades hay múltiples, pero lo cierto es que fumar perjudica seriamente las arcas de la Seguridad Social, la salud de los sujetos y el humor de los de alrededor, que en última instancia es lo que más molesta. Afortunadamente los europeos sentimos que el alcance universal de nuestro sistema de salud no es negociable, pero ya está bien de sentir vergüenza al pedirle a un fumador que apague su cigarro, o sentir tensión en el interior del corazón cuando es la vigesimoquinta vez que se le pide a un grupo de amigos que por favor fumen menos, en otra dirección, fuera del coche, no en la misma habitación, no en la misma mesa del restaurante y mil etcéteras más, pues uno puede entender la enfermedad, pero ello no quiere decir acatar sumisamente las molestias que produce el humo en un espacio cerrado por miedo a ser considerado un "intolerante" (tanto que decir sobre este término...), cuando la intolerancia es de aquél que molesta impunemente una y otra vez a su convecino. Cigarro a cigarro. De uno, de otro, de otro, de otro y así sucesivamente en un baile sin fin de hediondo humo negro entrando por la fosas nasales de cualquiera.

Quizás entonces cabría orientar el debate hacia los derroteros del respeto, haciendo consciente al fumador de que su acción MOLESTA, sobre todo porque no es Uno el que fuma un cigarro, sino uno el que fuma un cigarro y acto seguido otro es el que hace lo mismo en un etcétera sin fin, hasta cerrar la vuelta, cuando Uno vuelve a encender otro. Quizás las campañas anti tabaco deberían orientarse en ese sentido, conciencia cívica. Porque si fuma, fume... pero no moleste.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hello. And Bye.